Para ser buenos padres es importante pensar en el efecto que tienen nuestras palabras y frases cuando hablamos con ellos. Aunque no sea nuestra intención, podemos hacer daño con nuestras palabras pues, por ejemplo, cuando felicitamos a nuestro hijo haciendo referencia siempre a los resultados y dando mucha importancia a su éxito, conseguiremos que crea que lo realmente importante es lo que conseguimos, y no cuánto nos hemos esforzado por conseguirlo.

Para evitar que nuestras palabras hagan daño, recomendamos evitar las siguientes maneras de expresarnos.

Eres... :

Podemos poner muchas palabras diferentes después de este verbo, pues a menudo utilizamos esta frase sin darnos cuenta de que estaremos haciendo daño. Cuando decimos a un niño que es demasiado cobarde y que debería montarse en esa atracción que tanto miedo le da, cuando decimos a un niño que es muy desordenado porque nunca recoge sus juguetes, y cuando le decimos que es una persona muy vaga porque nunca madruga los sábados ni los domingos, estamos haciendo daño porque el niño creerá que esto es cierto.

Eres más … que … :

A la primera frase que nunca deberíamos utilizar con nuestros hijos también tenemos que añadir esta. La única comparación que nos ayudará a ser felices es la de comparar quiénes somos en la actualidad con quiénes fuimos en el pasado. Compararnos con nuestros compañeros de clase y amigos no nos hará feliz. Un padre nunca debería hacer comparaciones.

Deja que te ayude.:

Si vemos que está teniendo problemas para completar sus deberes de matemáticas, no deberíamos ser nosotros los primeros en ofrecer la ayuda que pensamos que podría venirle bien. En estos casos sólo deberíamos ayudar cuando él lo pida. Le ayudaremos a sentirse más independiente y a descubrir que sin la ayuda de los demás podrá lograr grandes retos.

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